Esses, Florencia. Me contaron de Tucumán. Buenos Aires: SM,
2016.
Este año que está yéndose se cumplieron 200 años de la
declaración de la independencia. El bicentenario de habernos emancipado de la
corona española. ¡Qué razón para celebrar! Sin embargo, hubo pocos festejos, o
al menos muy austeros o sin gente. Sin el pueblo. Por suerte (los espacios de
resistencia siempre son los más ricos), la literatura infantil sí decidió
celebrar la memoria y varias editoriales incluyeron en sus catálogos libros en
conmemoración de la fecha.
Entre los títulos publicados, está Me contaron de Tucumán,
editado por SM. En él, Florencia Esses juega a la mezcla, muy en consonancia
con el clima social de principios del siglo XIX. El tamiz del arte baraja y reparte
géneros literarios: poesía, cuento, canción, receta, declamación. Como si solo la
suma de lo diferente lograra conformar un todo.
Los caballos, símbolos del movimiento y la velocidad, abren
y cierran el libro en primera persona y en verso. Llevan y traen desde
distintas provincias a los hombres que integrarán el Congreso. Su misión es la
de despertar, romper con la quietud y avanzar hacia la libertad. Una imagen
sumamente poética.
En las páginas del libro, desfilan personajes que surgen de
su propia cotidianeidad y que se van relacionando escena tras escena. El
recurso de contar lo pequeño para narrar lo grande acá funciona a la perfección.
Todo está en constante cambio, movimiento. El clima de la época no se deja de
percibir en ningún momento. El pueblo quiere descoronar. Y el verbo elegido por
Florencia sirve muy bien para marcar la innovación.
Esta incorporación de lo nuevo a través de la escritura
convive con la permanencia de lo antiguo, de lo que se seleccionó para que
trascienda. Se ve claramente en la comida como elemento narrativo. La comida
funciona como un elemento típico de referencia de la vida cotidiana y del
espíritu federal; pero lo irónico en este libro es que las recetas, que
típicamente se transmiten mediante la oralidad, viajan escritas en una carta
(la carta más gorda, que seguro “es la más urgente”, como piensa el mensajero,
contiene las recetas de empanadas y de arroz con leche). El signo está
invertido y lo que tradicionalmente pasa de generación en generación a través
del habla, en esta época de revuelvo sociocultural se convierte en escritura.
Podría seguir analizando el libro en profundidad por todos
los rincones y recovecos que tiene. Los invito a que lo hagan ustedes. Es un
texto magnífico y lo recomiendo como lectura fundamental. También que, según mi
punto de vista, un ejemplo más de que Florencia Esses es una de las mejores
escritoras de literatura infantil de la actualidad.
Cierro mencionando el gran trabajo de Guillermina Marino al
ilustrar este libro, hallando el tono y el estilo justos para ponerle el moño a
este proyecto. La elección de usar solamente celeste, blanco y negro con
detalles en amarillo oscuro (en algún momento salió el sol en nuestra bandera) para
hacer juego con la fecha celebrada me parece un gran acierto. Lo mismo que la
técnica de papeles recortados, de siluetas y huellas. Repito: gran trabajo.
Les dejo la última estrofa de una poesía del libro:
Veintinueve hombres de traje
nuestros colores cambiamos.
No más rojos ni amarillos:
solo celestes y blancos.
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