Barugel, Lidia. El
sótano de Neske. Buenos Aires: Loqueleo, 2016.
¿Cómo describir El sótano de Neske? ¿Una novela sobre? ¿Un texto que está atravesado por? ¿Un desgarrador relato? El holocausto es un tema ampliamente tratado en la literatura, pero este título es mucho más.
Comienza con la descripción de un antes en el que las
costumbres eran otras. Ellos, los mellizos Anki y Dromer, sus padres, una
vecina-tía (Neske) y el tío Joos, pianista. Son suficientes para
contar una historia de familia, plena de secretos en una época en que las cosas
cambiaron poco a poco, como pasan los días de la infancia.
La madre embarazada, el padre médico que atiende pacientes que ya no pueden pagar la consulta. El tío que deja de tocar el piano para no llamar la atención. El hambre. La mirada infantil. El hambre. El fin desde los ojos de un chico: no poder salir a andar en bicicleta. Los olores. Los sabores perdidos. El amor prohibido. Un diccionario que ayuda a comprender.
Una voz que oscila, que va y viene entre
recuerdos varios, diálogos del pasado y un presente duro para un niño judío por cumplir 11 años en
el Ámsterdam de 1942.
Novelas como esta despiertan sensaciones indescriptibles en
lectores de todas las edades. Personalmente, y pensando en el público al que
está sugerido (desde 12 años), me gustaría poder acompañar a los chicos en su
lectura, para sacar lo mejor sin entristecer por demás y sabiendo que, a pesar
de estas grandes tragedias, el mundo sigue adelante, repleto de cosas bellas y
de relaciones maravillosas.
El libro tiene un ritmo y un lenguaje deliciosos, casi de
traducción. Es la primera juvenil de Lidia Barugel y cuenta con una tapa
sugerente, obra de Raquel Cané, con el piano y el caballo que nos permiten
volar y salir del encierro de este minúsculo sótano. El sótano de Neske.
La consigna |
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