Basch, Adela y Nerina Canzi. Ministro de Asuntos
Importantes. Buenos Aires: Eudeba, 2016.
Muy bienvenida fue la reedición en 2014 por parte de Eudeba de Los Cuentos
del Chiribitil, la mítica colección de literatura infantil que el Centro Editor
de América Latina publicó a fines de los años 70.
Para el deleite de los
lectores de aquella época y también para los actuales, los libros mantienen el
formato, el diseño, la estética y la esencia de los originales. A títulos clásicos
de la colección, que se publicaron idénticos, se van sumando nuevos.
Entre estos
últimos está Ministro de Asuntos Importantes,
escrito por Adela Basch e ilustrado por Nerina Canzi.
Muchas preguntas se nos disparan en la antesala del libro, solamente
leyendo el título. ¿De qué se tratará este extraño ministerio? ¿De qué asuntos
se ocupa? ¿No se supone que todos los ministerios se ocupan de asuntos
importantes? Hay que abrir el libro para descubrir estas incógnitas y muchas
otras que van a ir apareciendo.
Lo sabemos: Adela Basch tiene la maestría de abordar temas complejos,
profundos, filosóficos como si quien no quiere la cosa, disfrazándolos de
simpleza y liviandad. Es difícil encontrar en la literatura infantil un
tratamiento de temas ásperos que no parezca forzado. Ella lo logra, y encima nos
hace reír y disfrutar de una escritura exquisita.
En este libro, Adela se burla de la estructuración estatal, de la
burocracia, de la jerarquía y, sobre todo, de cómo la ilusión de poder puede transformarnos.
Adela se burla, así, de la seriedad. Vaya burla llevada al extremo, ¿no?
El texto empieza diciendo que Germán Salmonteri “tenía el cargo de
ministro”. No que “era” ministro. Para el narrador, el cargo es algo que viene
del exterior de la persona, no algo que lo define como tal. Sin embargo,
veremos que a Germán le hubiese gustado que el traje de ministro, que tenía
bordada la palabra “ministro” en letras doradas, fuese parte de su persona,
como una piel. Que la importancia que recubría a ese traje lo definiera a él y
a su propia esencia. Surge así la idea de un traje hecho a medida, el deseo de
traje como cuerpo. Convertir en intrínseco y eterno algo eventual, que hoy me
pertenece y mañana no. Un poco esta idea nos remonta al funcionamiento de las
monarquías absolutas, aunque sin que medie una explicación religiosa.
Puede resaltarse la intertextualidad con el cuento clásico “El traje
del emperador”, en donde también el eje narrativo es el traje (lo exterior) y lo
importante para el protagonista es la
apariencia y el qué dirán. Tanto que no puede escapar de la ficción inventada
por unos sastres que se aprovechan de él. El resultado para el emperador es la
absoluta vergüenza. Por suerte, en nuestro ministro Salmoneti el divorcio entre
el traje y su ser tiene un devenir más amable.
Decíamos que la incógnita que recorre todo el libro es acerca de la definición
de lo importante y su interpretación. ¿Cuáles son, al fin y al cabo, esos asuntos?
¿En qué radica su importancia? Pareciera ser que en el comienzo para el
ministro lo importante es que lo asistan y lo elogien. Su relación con el poder
genera que se aisle y que no consiga ejercer con eficiencia su cargo. Más adelante, el núcleo de la importancia
girará como un trompo hasta detenerse en otro lugar, lejísimos de donde estaba.
El ministro pierde el control. Ese traje tan elegante con su cargo bordado
en letras doradas se le rompe. Se le rasgan
las vestiduras.
Y para colmo la culpa es enteramente suya. El ministro se hincha y
explota. ¿Su ego? “Un día en el que había comido demasiado, después de toda una
semana en la que también había comido demasiado”, señala el texto sin
especificar el tipo de alimento.
Ya no hay tela para cortar y tiene que usar otro traje, uno común, como
el que usa el resto de la gente. Su identidad se ve profundamente afectada. Y
recién luego de ese proceso de cambio, puede volver a pensarse a sí mismo y a
pensar qué es lo realmente importante. Como si hubiese tenido que atravesar una
primera zona oscura (de no ver lo que hay y ocurre alrededor) para alcanzar la
luz y poder discernir entre lo fundamental y lo meramente accesorio e innecesario.
Las cosas del mundo están listas para acomodarse, y con ellas las prioridades
de la agenda ministerial.
Por último, señalo la elegancia y sofisticación de las ilustraciones de
Nerina Canzi. El texto de Adela no es un texto fácil para ilustrar. Nerina le
encontró la vuelta y lo reforzó. Eligió un estilo teatral que le va de
maravillas al cuento. Añadió dos personajes muy simpáticos que recorren todas
las escenas y acompañan al ministro en su antes y su después del traje: un gato
y un ratón. Otro detalle es cómo plasmó el cambio del ministro, no solo con el
traje, sino con el gesto y la nariz (noten el cambio de nariz, que siempre hace juego con el traje). Un
trabajo conceptualmente impecable.
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