martes, 4 de septiembre de 2012

Tengo en mí todos los sueños del mundo

por Luciana Murzi

Blasco, Martín. La leyenda del Calamar Gigante. Buenos Aires: Norma, 2012.
Ilustraciones de Diego Moscato.


¿Desde qué lleno a qué vacío
o desde qué vacío a qué lleno
corre el río?
Roberto Juarroz

Dentro de la gran oferta de libros de LIJ que se ve actualmente en el mercado, el porcentaje que ocupa el género teatro es mínimo. Marketing mal aplicado. ¿Por qué este género no forma fuertemente parte del canon y está confinado a subsistir en los márgenes? ¿Ni grandes ni chicos leen teatro? ¿El teatro es solo representación (en tal caso, su escritura sería guion) y no puede funciona como un texto literario autónomo? Todo es un gran mito. Hay teatro y se lee. O mejor dicho: cuando el lector se encuentra con un texto teatral, lo lee. ¿Entonces por qué no confiar en la escritura y la edición del género? El teatro está en los orígenes mismos de la literatura. Es tiempo de revertir ese marketing mal aplicado de nuestra época, producto de las arbitrariedades del mercado y del campo todo, y generar una nueva apuesta que enriquezca el sector de escritura teatral de la LIJ, que ya cuenta con grandes autores (autores muy leídos, claro) como Adela Basch, María Inés Falconi, Patricia Suárez y Graciela Repún, entre varios otros.

Nueva apuesta entonces. La leyenda del Calamar Gigante es una obra dividida en dos actos. A su funcionamiento como pieza literaria se le suma el plus de la presencia de ciertos elementos para abordar su representación: consejos sobre el vestuario a utilizar para la puesta y la posibilidad de descargar las canciones (¡preciosas!) que cantan los protagonistas. Teatro con todo. Martín Blasco es autor de literatura y autor de música. Autor con todo.
Para darle el último toque de maravilla al libro, aparece el trabajo visual de Diego Moscato. Otra lectura de los personajes y los escenarios, también delineada desde la experiencia del gesto teatral.

El escenario está dividido en dos. En la parte de adelante está Julián, acostado en una cama de hospital, y también aparecen sus padres, su hermanito y el médico. En la parte de atrás también está Julián, pero esta vez acompañado por unos seres estrambóticos: Sabiondo, que usa galera y está vestido de letras, Heroico, que lleva un traje de héroe griego, y Roberto Carlos, un monstruo peludo. En la parte delantera del escenario, Julián permanece siempre dormido e inactivo. En la parte trasera, Julián también permanece siempre dormido, aunque moviéndose de un lado para el otro y convocado a desafiar grandes empresas. Las escenas se intercalan: una transcurre adelante, y la otra, atrás.

Pensar el tiempo y el espacio con la lógica del fragmento y de lo simultáneo parece ser la propuesta de La leyenda del Calamar Gigante. Todo el texto se mueve, desde el inicio, por y en la situación de vínculo entre esas instancias puestas en relación inmediata. Plano onírico y plano real repartidos en el escenario: uno atrás y el otro adelante, uno iluminado y el otro oscurecido, uno a viva voz y el otro en silencio. Y siempre viceversa. El río va para un lado y, girando sobre sí mismo, también encara el rumbo contrario. Mediante la puesta en escena de estas dos zonas espaciotemporales, la estructura material y simbólica de la obra construye una nueva instancia, un tercer plano. El del límite entre lo onírico y lo real, donde el texto despliega butacas para que el lector se acomode. El lugar de posibilidad de lo permeable. El sitio ganado. Que no es ni sueño ni vigilia, pero también es las dos cosas. La clave de lectura, entonces, se manifiesta en ese cruce.

En La leyenda del Calamar Gigante hay dos formas de estar dormido: una implica el estado de inacción, de detenimiento y de espera, como una instancia previa para la resolución de conflictos y para el fluir de lo positivo; la otra, en cambio, elabora un mundo distinto, regido por lo lúdico y lo extraordinario. Aquí, en esta segunda posibilidad del dormir, el texto ubica lo onírico. (E incluso se delinea un lenguaje trastocado: es la misma lengua que usa Julián en el espacio de lo real, pero con ciertos retoques. Los signos, en apariencia idénticos, se construyen en otras combinaciones de significados y significantes. Sabiondo le explica a Julián: “Lo que pasa es que nuestro idioma es igual al tuyo pero con algunas diferencias. Y ‘pizza’ aquí quiere decir ‘mocos’, por eso es tan gracioso que quieras comer eso...”. Y de este idioma trastocado se desprende una teoría de la interpretación de los sueños de lo más sencilla.) 
Julián está dormido, al mismo tiempo, de las dos formas posibles de estar dormido. 

La cancelación del primer tipo de sueño es el gran desafío. ¿Se podrá? Sí, en la interrelación con el segundo y a través de la música y la poesía. Ya lo sabemos: no todo lo material se resuelve en su propio plano. Julián y los muchachos extravagantes cuentan con las armas y el coraje necesarios para combatir la tristeza, los caprichos y la desfocalización. Pero ¿la segunda forma del sueño también demanda un final? Frente al temor de Julián ante el destierro de este mundo onírico, sus nuevos amigos Sabiondo, Heroico y Roberto Carlos le cantan:

“Este es el final
de esta historia y nada más.
De esta historia, pero no el final de otras.
Entonces ¿es un final?
¿Realmente un final?
¿Cuándo hay tantos otros finales en otras historias?
¿No es raro que haya tantos finales,
“finales”, así, en plurales?
¿Qué clases de finales son?
¿Qué terminan en realidad?
Este es el final
de esta historia y nada más.
Así que no sé hasta qué punto es un final (…)”.
Y así se queda Julián, bailando al ritmo de la música y sabiendo que para el despertar de los sueños difícilmente alguien pueda anotar el punto final.


Aquí el link para descargar la musiquita.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, hemos agregado un trackback (enlace hacia este artículo) en el nuestro ya que nos pareció muy interesante la información detallada pero no quisimos copiarla, sino que nuestros lectores vengan directamente a la fuente. Gracias... simit.org