sábado, 7 de abril de 2012

La vida privada de los objetos inserta en un marco amplísimo, en un más allá de los océanos

por Luciana Murzi

Bodoc, Liliana. El espejo africano. Buenos Aires: SM, 2008.

Otro Premio Barco de Vapor. Otro SM unánimemente seleccionado en este lado del mar. Otro exquisito Liliana Bodoc.

A fines del siglo XVIII un cazador africano fabrica un espejo de mano enmarcado en ébano para regalarle a su esposa. Allí se origina el recorrido de este objeto, que conectará historias, épocas y lugares. Un espejo que enlaza destinos, “porque en los espejos cabe el mundo entero”, como adelanta el narrador de este libro.
Y si bien el último capítulo del libro transcurre en 1822, con el espejo de ébano en manos seguras, la posibilidad de una futura circulación no se cancela: “De un destino a otro seguirá andando el espejo. ¿O habrá que decir que, de un espejo a otro, sigue andando el destino?”. Los sujetos y los objetos interviniendo y siendo intervenidos por la Historia. Una relación que invita a seguir siendo pensada y discutida.
A lo largo de la novela, el espejo va yendo de un lado al otro, de una mano a otra, acompaña los encuentros y los desencuentros. Y permite –quizás sea su función central– el hallazgo de identidades que estaban anuladas por el sometimiento a las figuras de poder. Así, el espejo refleja la esencia de la identidad, generalmente perdida pero buscada intensamente, de los protagonistas. Por ejemplo, Atima Imaoma encuentra su nombre, escrito de manera invertida en un pizarrón, al verlo reflejado en el espejo. Y Dorel, también a través del espejo, descubre el violín en el monasterio. No hay vuelta atrás: las imágenes de la claridad no se borran. Atima Imaoma deja de llamarse Silencio, nombre impuesto por sus amos, y Dorel abandona el contexto de miedos y fantasmas y se convierte en un músico exitoso. Tam tam tam de tambores. El ruido le gana espacio a lo callado.

Como otros textos de Bodoc, El espejo africano es un entramado de intimidades, de aproximaciones, de sensaciones, estímulos y respuestas. La literatura de Bodoc se enuncia desde el secreto más íntimo de la singularidad de sus protagonistas, y desde esa instancia reflexiona acerca de las diversas formas de relación social. De las posibles prácticas para habitar el mundo y la confluencia de estas prácticas.

En El espejo africano se lee un aspecto clave, y poco visitado, del proceso de adquisición de libertad de los esclavos: el momento de transición, cuando toda la sociedad, acostumbrada al sistema de esclavitud, se vio ante este nuevo modelo de relación entre los sujetos sociales. Los esclavos liberados (y los huérfanos adoptados como trabajadores), por su parte, se enfrentaron a la situación de ser libres.
¿Cómo vivir la libertad? ¿Qué hacer con ella y en ella? El proceso fue lento. Los cambios sociales operan con lentitud; es necesario el transcurrir del tiempo para que se asienten y se logre una modificación de la ética, la moral, las costumbres y el pensamiento crítico de todos los sectores de la comunidad. Para Atima Silencio y para Dorel, la libertad, el deseo propio y el poder de decisión personal tienen que ser inaugurados. Y todo aprendizaje tiene su parte dolorosa, su doble cara en el espejo.    

2 comentarios:

meli dijo...

Chicas, este blog està cada vez màs genial. beso grande.

Anónimo dijo...

puto el que lo lea