domingo, 6 de marzo de 2011

"Pero yo ya no soy yo, ni mi casa ya es mi casa"


Valentino, Esteban. Es tan difícil volver a Ítaca. Buenos Aires: SM, 2010.

por Lucía Aguirre

Quizás la disposición de elementos en tapa o pura vagancia, pero no leí la contratapa. Me bastó con la imagen y el título. Imaginé viajes, héroes, hybris, destinos varios. Todo y nada que ver.
Valentino trabaja con temas sensibles. Se mete ahí donde duele, amasija, articula y pone en palabras, y todos nos embarcamos en su balsa. Este libro en particular tiene como protagonista a Eduardo-Ulises, un adolescente con una enfermedad que lo tiene en coma, y a Mónica-Penélope, la madre que espera.

Empieza con Eduardo hablando de sus sentimientos, o más bien, de lo que siente. Eduardo ahora percibe cosas que antes no sentía. Es más sensible. Su voz en la enfermedad es más fuerte, es de quien crece, es de quien se reconoce estar asustado y no teme (tanto).
El diagnóstico llega rápido: el Síndrome de Melas es el que lo tiene paralizado. Tal le ocurrió a su padre, Eduardo está luchando contra una enfermedad poco conocida y poco investigada. Mónica nos cuenta cómo pone todo de sí (por segunda vez en su vida). El hospital, el miedo de perder a su "amor chiquito", sus dudas. Los grandes acá también tienen miedos, y son expresados, compartidos.
Madre e hijo dialogan a su modo, sin palabras ciertas, en una sintonía diferente. Él, con una entendible decepción, ella con una fortaleza inimaginable. Se permiten el humor para asimilar. Mónica ve a todos como extras de esta película, que solamente tiene dos protagonistas y un elenco estable de libretistas-médicos. Y como dice, "no se le habla a los telones del teatro", y es una manera de explicar su aislamiento, la necesidad de conectar con su hijo. Mediante los relatos de La Odisea, sin preguntas, viviendo el día a día. Añoran cumpleaños lejanos, juegos en la plaza, piensan y confiesan temas nunca tratados, como el rol de los padres, que quedan en movimiento para nosotros (los lectores).


La edición es bien diferente, no solo trae esta novela corta, sino también una entrevista al autor y una selección de fragmentos de La Odisea. En el diálogo editora-autor, se habla de la obra de Esteban Valentino, de su modo de ver la escritura y funciona también como disparador de otras lecturas. Los cantos seleccionados del clásico de Homero son el I, VII, IX, X y XII. Es una lástima que no hagan referencia a la traducción que utilizan, y sería también interesante incluir notas para lograr una versión más amigable y clara. La unión del texto de Valentino y los cantos no parece para nada forzada.

En pocas palabras: una novela triste y alegre, de iniciación y descubrimiento. Dos héroes que vuelven a donde pertenecen, luchando contra lo ineludible del destino.

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