lunes, 13 de abril de 2020

Un valiente abordaje sobre la muerte

Davies, Benji. La isla del abuelo. Valencia: Andana Editorial, 2015.

La isla del abuelo es la segunda obra de Benji Davies (@benjidavies), ya reconocido autor inglés de libros álbum, un género que desde hace un tiempo viene ocupando el puesto número uno en el mundo de la literatura infantil. 

 
Aborda nada menos que la difícil (e indispensable) tarea de cómo pensar la muerte para narrársela a los chicos, de cómo encuadrar la ausencia de los seres queridos que nos acompañaron desde que nacimos y que, por ende, estuvieron siempre. Introducir el corte, ese nuevo “nunca” de lo ausente que viene a reemplazar eternamente al “siempre” de lo presente sin caer en la cursilería, el golpe bajo o la crudeza no es nada fácil. Han fallado infinidad de autores y de libros.
La propuesta de Benji Davies es la experiencia de la muerte como un viaje. Tanto desde narración de la imagen como desde el relato textual. Puede parecer un lugar común, pero les aseguro que en este libro está trabajado maravillosamente, en escape constante. En primer lugar, porque el viaje es de ida y también de vuelta. Ir acompañando y regresar solo, surcando el dolor de que uno de los viajeros se quedó en el camino. Y en segundo lugar porque lo concreto de la muerte (en el lenguaje y en el cuerpo) no existe.
El abuelo, acompañado por su nieto Leo, viaja en un gran barco hasta llegar a una isla. Allí todo es selvático (virgen, novedoso, pura naturaleza), todo es abundancia, belleza, color, aventura.
Tenemos, entonces, a la muerte representada como un proceso de exploración de lo perfecto, de lo deseado. El viejo ya no necesita apoyarse en su bastón, cosa que bien señala Leo. En la isla puede pintar sus cuadros (crear), recorrer las aguas (descubrir), tomar el té (disfrutar). Es, a fin de cuentas, la vacación que todos soñamos.

 
 
Por un breve tiempo, el nieto también disfruta de la estadía en la isla.
Sin embargo, a la hora de regresar, de concluir el paréntesis temporal que significa toda vacación, el abuelo decide quedarse. El niño debe afrontar entonces el desafío de despedirse de su ser querido y de volver solo.
Y acá está el nudo (de la trama y también el nudo que se nos arma en la garganta, la panza, el alma cuando nos enfrentamos a la muerte de aquellos a quienes amamos). ¿Cómo hará para arreglárselas solo? ¿Qué pasará de ahora en más? ¿Cómo volver a recorrer una casa vacía?
Desatar ese nudo de angustia lleva tiempo, y la soga siempre un poquito entrelazada permanece. El cielo diáfano y el mar sereno que acompañaron el viaje de ida se contraponen al paisaje del regreso solitario de Leo, marcado por un cielo gris y tormentoso y un mar embravecido cercano a la furia y las grandes sacudidas que nos da la vida. Pero el texto, tranquilizador, se encarga de aclarar que Leo se las arregló para llegar sano y salvo.

Es interesante cómo se mezclan las lecturas de los niños con las de los adultos frente a este libro. Y esa convivencia de miradas sobre el mismo relato me parece lo más destacable del proyecto.
Funciona también de acuerdo con las distintas edades dentro de las infancias y de acuerdo a la propia vivencia de alguna pérdida en el ámbito familiar. Se lo leí a mi hijo cuando tenía 3 años y desde que lo abrimos le fascinó. Él lee el vínculo de dos presencias, el abuelo y el nieto, lee la aventura, la belleza, la despedida de los personajes que vivía como cuando él se despide de sus abuelos cada vez que los ve, con la tranquilizadora e incuestionable certeza de que en uno o dos días se volverán a encontrar. Yo, en cambio, lo leo distinto, en otra clave de lectura, de lleno en el plano simbólico. El abuelo, para colmo, es entrañable. Varias veces lloré, porque nunca puedo evitar pensar en la muerte, saber que ahí hay una relación que se termina, que ese niño pronto entenderá que su abuelo no va a volver y que, entonces, también llorará.
Pero llorará en un duelo transitado más suavemente, porque guardará para sí como un secreto compartido la reconfortante satisfacción de saber que su abuelo está en un lugar lleno de calma, rodeado de cosas bellas, el destino ideal de una larga travesía.  
   

Léanlo para deleitarse con el tratamiento del tema y también para disfrute visual. Las ilustraciones son maravillosas, explosivas, íntimas, con los tonos justos para cada escena. Al abordaje, mis valientes, que grandes aventuras los esperan en las profundidades de las páginas de este libro, se lo aseguro. No se dejen confundir por el oleaje tranquilo de la superficie.

martes, 20 de diciembre de 2016

DÍA 19 / LIBROS 19: El ejercicio de volver extraño lo familiar

Isol. El menino. Buenos Aires, Océano, 2015.
Vaccarini, Franco. Cómo bañar a un marciano. Buenos Aires, Edelvives, 2015.

Los formalistas rusos solían decir que el acto de volver extraño un objeto era lo que determinaba que la aproximación a él era artística. El extrañamiento (u ostranenie) es una estrategia muy propia del arte, su mirada más pura, y consiste en recortar un elemento de lo cotidiano y quitarle la familiaridad con la que solemos abordarlo. En este ejercicio, se logra desautomatizar la percepción y podemos acceder al objeto con “ojos nuevos”. Para que ello suceda, es fundamental cómo se describe el objeto. En la forma está la diferencia.
¿Y qué pasa si la mirada de extrañamiento la ponemos sobre un otro tan cercano como un hijo o un  hermano, un ser humano muy parecido a nosotros? Pasan libros como El menino, de Isol, y Cómo bañar a un marciano, de Franco Vaccarini. Dos joyitas del arte LIJ. 





Ambos libros son catálogos detallados de las características y comportamientos de un bebé humano, que vendría a ser su objeto de estudio, realizado con textos e ilustraciones descriptivas. En el primero, a modo de trabajo antropológico, un bebé (el Menino) es observado y analizado de cerca por su mamá. En el otro, por su hermano mayor. Los dos son tomados por extraterrestres, o vaya a saber qué ejemplar extravagante, bicho raro, sapo de otro pozo, extranjero de entre nosotros, por supuesto. Su origen es incierto, aunque mucho no interesa; lo importante es que están acá. Y tanto el Menino de Isol y el marciano de Franco Vaccarini llegaron para desordenar.

En el interior del narrador de Cómo bañar… se produce una lucha entre el odio, la curiosidad y el cariño. El extraterrestre que vino a desplazarlo de su cómodo lugar de ser único lo está incomodando de todas las maneras posibles. Franco Vaccarini encuentra el tono exacto para presentarle al lector el complejo y contradictorio encuentro con el hermano nuevo.
Las instrucciones que promete el título están consignadas en el cuaderno del protagonista, y eso es lo que el libro nos muestra: la reproducción de las páginas escritas y dibujadas por el narrador, al mejor estilo diario íntimo. Las ilustraciones de Carlos Higuera son fundamentales para que Cómo bañar a un marciano funcione, no solo estéticamente –¡exquisito!–, sino también a nivel narrativo. Mateo, el nuevo hermanito, será retratado a lo largo del libro como un extraterrestre verde. Recién cuando el texto introduce la "verdad" del hermanito humano, la imagen se modifica.  


Con la llegada de un hermanito, el mayor descubre un mundo de cosas y sentimientos nuevos, algunos amenos y otros más difíciles de digerir. Se trata de un proceso de aprendizaje, y una manera totalmente lógica de atravesar ese proceso es transformar al hermanito en un marciano, obvio.  



El Menino, por su parte, se presenta como un relato basado en hechos reales y tiene un estilo más formal, como de manual. Entre tonos pasteles y una paleta acotada, nos muestra un recorrido que se inicia con la llegada del Menino, quien literalmente cae del cielo. 
Con mucho ingenio y sutileza, el narrador desnaturaliza cada acción del bebé y cada parte de su cuerpo. Nos explica cosas básicas que tenemos incorporadas como especie. ¡Es difícil! Un ejercicio de irse lejos y luchar contra nuestro conocimiento de siempre para conocer de nuevo y de otra forma. Y así entender distinto.



La ilustración es fundamental para construir el sentido. Por ejemplo, la descripción de la nariz es la siguiente: “En medio de las ventanas [ojos] y la ventosa [boca] hay dos agujeritos que son túneles hacia el interior del Menino. Por allí entra y sale el aire, rápido como un conejo. El Menino los revisa seguido y se ocupa personalmente de mantenerlos destapados. Es que al Menino le encanta respirar”. Y vemos a un bebé hurgándose la nariz.

El libro de Isol termina cuando el Menino descubre que los adultos también fueron meninos (y que de algún modo nunca dejan de serlo) y logra así identificase con ellos y pertenecer a su mundo. A la inversa, el libro de Vaccarini concluye cuando el narrador se equipara con el marciano. Lo extraño, en ambos casos, se suaviza al encontrar su lugar.   


Descentrar lo conocido funciona entonces como una manera de reacomodar bajo otras leyes. Finalmente, nos alejamos para conocer mejor, yendo hasta el fondo de nosotros mismos, y para crear con los otros lazos sinceros y despojados de los deberes convencionales. Nos alejamos para acercarnos con más fuerza al núcleo. Aprendemos a entender desde cero al Menino y a querer al marciano tal cual es, no porque debamos hacerlo, sino porque se gana la pertenencia a la familia y nuestro cariño siendo tan raro y adorable.
De todas maneras, en el inicio de este texto nos preguntábamos qué pasaba si la mirada de extrañamiento se posaba sobre un ser humano muy parecido a nosotros mismos. Pasan estos dos magníficos libros, repetimos. Y en ellos, de tanto desfamiliarizar a un semejante, pasa la enorme y profunda situación de convertirnos nosotros mismos en extraños frente a nuestros ojos.       

domingo, 18 de diciembre de 2016

DÍA 17 / LIBRO 17: Palabras infinitas

Paglieta, Silvia. Cuentos de la A a la Z. Buenos Aires: Abran Cancha, 2016.


Apenas uno ve Cuentos de la A a la Z surgen los recuerdos. Será por la estética vintage, por el uso de dos tintas (roja y negra), por la tipografía cursiva o simplemente porque es una antología basada en el abecedario, esa lista primaria de nuestra lengua.  
De libros sobre las letras el mercado está lleno. Hay para todos los gustos y todas las edades. Pero este llama la atención por su bellísimo diseño (responsabilidad de Delius) y resalta su apariencia cercana a los antiguos libros de lectura, cuyo diseño incluía aire, simpleza general y pequeños detalles recargados.
Los elementos barrocos de este libro son los marcos de las capitulares, el marco de tapa y el de portada, trabajados con cuidado y delicadeza por María Elina, la ilustradora. Todas las ilustraciones de María Elina, las de cubierta y las del interior, están impresas en rojo y  negro, son sutiles, elegantes y están llenas de vegetación.


Los 27 cuentos que integran el libro están inspirados en “caprichos” de la autora, ya que se basan en una palabra elegida arbitrariamente del gran repertorio de palabras del idioma que comienzan con la letra en cuestión. Puedo decir que, unidas, las palabras que seleccionó Silvia Paglieta para construir su antología, a modo de ladrillos de un castillo, producen una hermosa música y tienen una textura pareja.

Hay animales, personas, objetos, verbos, elementos de la naturaleza, ritmos musicales, alimentos, conjunciones, interjecciones y hasta un dios. Una selección de unidades muy variadas. Un granito de arena en el arenal infinito del idioma y sus combinaciones posibles (y también los inventos que gramaticalmente nos permite introducir en el habla). Si pensamos, por ejemplo, en palabras con J, la lista es enormísima. Y si elegimos una palabra que comience con la J, por ejemplo “jinete”, ¿cuántos cuentos podemos crear con esa palabra? Una lista aún más enormísima. Una lista infinita como la imaginación. Por eso este libro funciona a la perfección como disparados de la escritura y de la creación artística en general.

El primer cuento, el que pertenece a la letra A, empieza así, prometedor:
“Ana juega a la pelota.
En la vereda.
En la calle.
En el recreo.
–Una nena como vos debería jugar a las muñecas y a la casita –dice la abuela”.    
Y el libro sigue asá, rebelde, poético, tan lleno de letras como de silencios.

   

sábado, 17 de diciembre de 2016

DÍA 16 / LIBRO 16: una respuesta inequívoca


Letén, Mats y Hanne Bartholin. Finn Herman. Barcelona: Libros del Zorro Rojo, 2009.
 
Tanto había escuchado hablar de este libro, pero recién este año di con él y me sorprendió gratamente.

Un protagonista que porta un nombre extraño (me pregunto si será una especie de Juan Pérez del danés). Un protagonista silencioso, pero bien presente, que es un cocodrilo de departamento, un cocodrilo-mascota. Una ama que lo trata como un bebito inofensivo. Una relación incomparable.

Luego de un pequeño berrinche infantil, cocodrilo y ama salen de excursión. En el camino se encontrarán con varios animales, pero lo notable es que el peligro siempre está depositado en el otro (en el pato que a veces aletea y asusta a los demás, en el gato que araña con sus largas uñas, en los perros que ladran y muerden). La sobreprotección está a la orden del día y llega a su punto máximo cuando la señora ama se encuentra con la señora Andersen, que pasea con Tommy, un niño algo provocador.

El libro transcurre en estos diálogos entre la señora y sus vecinos. El efecto de girar las páginas y volver a encontrarse con ese “ñam” tan explicativo causa risas incontrolables. La graciosa (y a veces inexplicable) preocupación materna por la alimentación está puesta de relieve.

La excursión a la carnicería es un éxito: Finn Herman se zampa un jamón, dos pollos, tres filetes y veintiséis deliciosas salchichitas, entre otras cuantas cosas. Finn Herman engulle, devora y termina por desbordar la página. La oferta final de la ilustradora es tentadora: podemos salvar a todos con unas magníficas tijeras de cocodrilo. O no.

Reseña con spoiler

viernes, 16 de diciembre de 2016

DÍA 15 / LIBRO 15: Rebeldía onomástica

Poser, Walter P. ¿Qué tiene de malo Mayo? Buenos Aires: Riderchail, 2016.

La colección Letras Animadas, de Riderchail, se agranda año tras años, sumando títulos muy distintos entre sí, lo que logra que el conjunto de la colección sea una propuesta cada vez más rica y variada.  
Una de las novedades de este 2016 es ¿Qué tiene de malo Mayo?, el segundo libro del autor integral Walter Poser. Comparte con su primera obra, ¡Ánimo, animales!, el punto  de vista humorístico y apasionado del narrador, tanto desde el texto como desde la imagen. La causa lo convoca y él, como mirando de reojo con desdén, nos hace ver las enormes contradicciones que encierra nuestro mundo discursivo de todos los días y sus prejuicios lingüísticos.     

La familia Díaz ya eligió el nombre de su hijo recién nacido: Mayo. Mamá Agostina, papá Julio y la pequeña Abril lo tienen más que decidido. Por supuesto, no les parece raro en lo más mínimo. Pero parece que al resto de la gente sí.
De esta manera, todo el libro relata la odisea que se vuelve para esta familia el trámite para darle un nombre oficial a su hijo. Registrar una identidad para que forme parte de la sociedad. Desde que ingresan al edificio del registro civil, los padres de Mayo no dejan de ser cuestionados por la elección del nombre de su hijo. Que ese nombre no existe, que van a burlarse de él en la escuela, y bla bla. Razones que hablan del carácter conservador de ciertas prácticas sociales, que por suerte son desoídas por los tenaces Agostina y Julio.



¿Quién decide que algunos meses pueden ser en sí mismos o derivar en nombres de personas y otros no? ¿Por qué se dan esas arbitrariedades en el uso del idioma? Poser desafía a los custodios de las normas exponiendo una larga lista de nombres propios muy usados que son, sin embargo, nombres de cosas o combinaciones ridículas. Así vemos dibujos literales de Celeste, Azucena, Marcos, Candela y Dardo. Y entran en escena personajes como Domingo De Franco, Paloma Ahumada y Armando Torres. Todas estas muestras les sirven a Agostina y Julio como argumentos para su causa.


Por supuesto, la enumeración continúa. Seguro que al lector le aparecen en la mente muchísimos nuevos ejemplos. La idea es realizar un ejercicio para desnaturalizar el lenguaje de los nombres, esos que usamos diariamente y también aquellos probables, y darles a las palabras mayor relieve y profundidad.

jueves, 15 de diciembre de 2016

DÍA 14 / LIBRO 14: el mejor amigo del hombre


Hall, Kirsten y Dasha Tolstikova. Mi amigo Libro. Barcelona: Blackie Books, 2016.



Supongo que los lugares comunes se reconocen en la adultez, ¿no? Mientras tanto, la idea de un libro como buen amigo da lugar a lindas asociaciones. Este señor Libro en apariencias tiene todo lo que un libro puede soñar: es fuerte y resistente y cuenta una historia ingeniosa y divertida (parece ser que eso es lo que buscamos en nuestros libros). Él, como todo libro solitario, busca ser descubierto y cuidado por un niño. Entre la bibliodiversidad, una niña lo elige y se lo lleva a su casa. Pronto se convierte en el favorito indiscutido.

Se disputará la atención de su dueña con aquel llamado "mejor amigo del hombre", sí, un perro. Que como todo cachorro es salvaje, divertido y baboso. Natillas. Libro, como buen conocedor que es, comprenderá las razones de ese vínculo tan poderoso. Pero eso no limitará su entusiasmo por llamar la atención de la pequeña lectora. El problema surgirá cuando Libro, en un bello y pacífico día de campo, sea embarrado por perro. ¿Será abandonado y confinado a días parado de lomo en alguna biblioteca perdida? ¿O su dueña hará lo imposible por recuperarlo?



Leí en algún lado que surge de la pregunta de un niño, ¿para qué sirve la sobrecubierta? Y este el ensayo de respuesta (tardía y tierna). En inglés, el juego de palabras con The jacket es perfecto: la denominación tanto de la sobrecubierta como de la prenda de ropa. A nosotros nos bastará con “camisa”.



La narración es simple y las ilustraciones también. En la edición han cuidado respetar todos los elementos, por lo que la sobrecubierta está impresa al dorso también (con una advertencia de propiedad privada) y la faja es donde Libro lleva su nombre. Los ojos del amigo Libro nos ven en cada momento. La propuesta final es el paso a paso de instrucciones para hacer tu propia camisa para un libro muy especial.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

DÍA 13 / LIBRO 13: En lo hondo bajo fondo

Bombara, Paula. Lo que guarda un caracol. Buenos Aires: Loqueleo, 2016.

Una vez más, Paula Bombara escribe una novela de esas que atrapan por su intensidad y por la elección de temas candentes.
 En esta oportunidad, Paula elige centrarse en el ingreso al mundo adulto, marcado por la competencia académica y por las decisiones personales y laborales que estamos obligados a tomar en cierta instancia de nuestra historia.
Cómo encarar el futuro que ya es presente, cómo sostener la permanencia en un nuevo mundo en el que todo es presión y responsabilidad.      



El eje narrativo de Lo que guarda un caracol se mueve en torno a individualidades a las que les cuesta vincularse entre sí. Cinco científicos en un mismo grupo de investigación. Fernando, el director, Agustina, Alejo, Lucrecia y Mirko. A diferencia de sus compañeros, Mirko recién empieza la carrera y se acaba de incorporar al grupo. Para la mayor parte de la gente, es un “bicho raro”. 

Mediantes capas y capas de seguridades, a lo largo de sus vidas los cinco fueron protegiéndose, cada uno a su modo y guiado por diferentes causas. Igual que los caracoles: “Toda la vida el caracol refuerza su refugio”, leemos a modo de recibimiento en el primer epígrafe de capítulo. La tranquilidad de haberse recibido y de estar llevando una vida académica dedicada a la investigación  científica contribuye a este propósito. El laboratorio, en este sentido, funciona no solo para pruebas científicas, sino también para probar, errar o acertar en el plano emocional. ¿Qué hará cada uno frente a un leve temblor? ¿Y si el temblor crece hasta volverse terremoto? Vincularse con las rarezas particulares de los otros será para los protagonistas el gran desafío. Algunos lograrán con éxito la tolerancia y otros sufrirán su crisis y deberán encontrar nuevos espacios de exploración en su propio interior.   

En esta línea, Lo que guarda un caracol también aborda el perdón como una decisión que el adulto debe tomar. ¿Perdonar a quien nos lastima o a quien nos traiciona es posible? Hay frustraciones que conducen al resentimiento y a la ira. Los cinco personajes se enfrentan a un fracaso, a un impedimento o a una exigencia extrema.
Alejo y su frustración ante la imposibilidad de ser padre, de dar vida.
Agustina y su frustración ante la excesiva dificultad de escribir su tesis.
Lucrecia y su frustración frente los mandatos de sus padres, los deseos de su novio y la idea de un futuro de Susanita en su pueblo, aislada de los centros científicos.
Fernando y su frustración frente al no poder dirigir un grupo humano cuyo eje sea la inclusión.
Mirko y su frustración ante el desvío de sus planes, mediante los cuales construye un orden para sentirse seguro. Porque, recordemos, él es el “bicho raro”.

“No necesitaba ser el mejor al lado de ella. Hasta podía ser un fallado y ella estaría ahí”, reflexiona Alejo sobre la relación con su mujer. Agustina, en otro pasaje, cuenta lo que le explicó Fernando: “[él dijo] que había sistemas con fallas que no daba muestras de ellas, pero que eso no significaba que no estuvieran falladas”. La insistencia en mantener un orden estricto, tanto en el laboratorio como en su vida, hace que a Agustina le resulte intolerable convivir con “la falla” de Mirko, a la que ella considera monstruosa.
Por otra parte, la opinión inicial de Alejo sobre Mirko: "(...) pensó en él como en alguien fallado, en algo fallado pero que era una amenaza”. Peligro para la estabilidad, para el mundo ordenado con cada cosa en su casillero correspondiente.  Peligro de monstruo.
Fernando, rememorando su estadía en la Antártida, confiesa: “Mirando esas aguas sin fondo cayó en la cuenta de que ese hueco también era parte de él. Tuvo que irse al hielo de la Antártida para poder desnudarse ante sí mismo y aceptarse como era”. Fernando logró realizar el proceso de la aceptación de lo propio como lo diferente, lo particular, lo desajustado.  

Dividida en capítulos bien diferenciados según el protagonista en el que hace foco y por capítulos-flashback de recuperación del pasado, la novela une voces, junta secretos íntimos que únicamente muestra ante el lector.
El estilo que usa el narrador para los capítulos en los que Fernando es el protagonista está marcado por el ritmo de las preguntas y las respuestas, estas últimas a veces seguras y muchas veces arena movediza.  ¿Cuál podrá ser la razón de esa elección a la hora de narrar? Quizás porque Fernando es un científico y su labor se destaca por la curiosidad, la investigación, el planteo de hipótesis. La duda.
Para Lula, en cambio, el narrador prefiere los párrafos de una o dos oraciones cortas, como si su identidad discursiva no estuviese aún definida o convencida de sí misma.  
Agustina y Alejo se enmarcan en capítulos de escritura más tradicional, en los que los personajes se van transformando a lo largo del libro, mostrando sus miedos más profundos.
Los parlamentos que relatan la intimidad de Mirko, por su parte, no tienen la puntuación tradicional, sino que las pausas del discurso están marcadas por espacios. Por silencios, podríamos decir. ¿Por lo que está pero no hace falta decir? ¿Por zonas de reflexión?

La historia de cada uno de los protagonistas da para una novela propia. Hay mucho material narrativo en todas ellas. Separadas, las historias de Lula, Fernando, Alejo, Mirko y Agustina se esbozan como grandes vueltas de caracol. Con recovecos a explorar y rugosidades para tocar. Pero juntas, y acá me parece que radica la cuota máxima de originalidad que tiene el libro, nos recuerdan que uno nunca está aislado, sino que formamos parte integral de un todo que nos modifica constantemente.  
¿Qué guarda un caracol? Difícil saberlo. Es un bicho raro con muchas vueltas. Aunque podemos adivinar que su fondo casi inaccesible también es una superficie rugoso y llena de incógnitas.

martes, 13 de diciembre de 2016

DÍA 12 / LIBRO 12: festiva reunión


Halliwell-Phillipps, James O. y Mariana Ruiz Johnson. Los tres chanchitos. Buenos Aires: Unaluna, 2014.



Ediciones de clásicos: las hay de todos los colores, precios, calidades. Cada una decide qué contar y qué dejar fuera. Y sobre eso cada mediador agrega lo propio, recuerdo o invento, y el cuento sigue andando.



Esta versión permite ese renarrar. Sin texto en página, cada imagen puede ser leída libremente. Mariana Ruiz Johnson ofrece un recorrido visual único, con un estilo muy propio. Sus animales, muy estilosos, con mucha personalidad. Su síntesis para resolver en seis páginas. Su humor, para transformar la situación trágica en una festiva reunión.



Es un libro que invita a lecturas en grupo. Por el formato gigante, por el cartón resistente. Para especular sobre cómo sigue la historia o para leer la versión oficial en la última página. Creo que es una formulación que no decepciona, de un cuento que vive en el imaginario infantil.

Detalle de los chanchitos partiendo para hacer su vida

lunes, 12 de diciembre de 2016

DÍA 11 / LIBRO 11: Un traje hecho a medida

Basch, Adela y Nerina Canzi. Ministro de Asuntos Importantes. Buenos Aires: Eudeba, 2016.

Muy bienvenida fue la reedición en 2014 por parte de Eudeba de Los Cuentos del Chiribitil, la mítica colección de literatura infantil que el Centro Editor de América Latina publicó a fines de los años 70. 
Para el deleite de los lectores de aquella época y también para los actuales, los libros mantienen el formato, el diseño, la estética y la esencia de los originales. A títulos clásicos de la colección, que se publicaron idénticos, se van sumando nuevos.
Entre estos últimos está Ministro de Asuntos Importantes, escrito por Adela Basch e ilustrado por Nerina Canzi. 

Muchas preguntas se nos disparan en la antesala del libro, solamente leyendo el título. ¿De qué se tratará este extraño ministerio? ¿De qué asuntos se ocupa? ¿No se supone que todos los ministerios se ocupan de asuntos importantes? Hay que abrir el libro para descubrir estas incógnitas y muchas otras que van a ir apareciendo.
Lo sabemos: Adela Basch tiene la maestría de abordar temas complejos, profundos, filosóficos como si quien no quiere la cosa, disfrazándolos de simpleza y liviandad. Es difícil encontrar en la literatura infantil un tratamiento de temas ásperos que no parezca forzado. Ella lo logra, y encima nos hace reír y disfrutar de una escritura exquisita.   
En este libro, Adela se burla de la estructuración estatal, de la burocracia, de la jerarquía y, sobre todo, de cómo la ilusión de poder puede transformarnos. Adela se burla, así, de la seriedad. Vaya burla llevada al extremo, ¿no?


El texto empieza diciendo que Germán Salmonteri “tenía el cargo de ministro”. No que “era” ministro. Para el narrador, el cargo es algo que viene del exterior de la persona, no algo que lo define como tal. Sin embargo, veremos que a Germán le hubiese gustado que el traje de ministro, que tenía bordada la palabra “ministro” en letras doradas, fuese parte de su persona, como una piel. Que la importancia que recubría a ese traje lo definiera a él y a su propia esencia. Surge así la idea de un traje hecho a medida, el deseo de traje como cuerpo. Convertir en intrínseco y eterno algo eventual, que hoy me pertenece y mañana no. Un poco esta idea nos remonta al funcionamiento de las monarquías absolutas, aunque sin que medie una explicación religiosa.


Puede resaltarse la intertextualidad con el cuento clásico “El traje del emperador”, en donde también el eje narrativo es el traje (lo exterior) y lo importante para el protagonista  es la apariencia y el qué dirán. Tanto que no puede escapar de la ficción inventada por unos sastres que se aprovechan de él. El resultado para el emperador es la absoluta vergüenza. Por suerte, en nuestro ministro Salmoneti el divorcio entre el traje y su ser tiene un devenir más amable.     

Decíamos que la incógnita que recorre todo el libro es acerca de la definición de lo importante y su interpretación. ¿Cuáles son, al fin y al cabo, esos asuntos? ¿En qué radica su importancia? Pareciera ser que en el comienzo para el ministro lo importante es que lo asistan y lo elogien. Su relación con el poder genera que se aisle y que no consiga ejercer con eficiencia su cargo.  Más adelante, el núcleo de la importancia girará como un trompo hasta detenerse en otro lugar, lejísimos de donde estaba.
El ministro pierde el control. Ese traje tan elegante con su cargo bordado en letras doradas se le rompe. Se le rasgan las vestiduras.
Y para colmo la culpa es enteramente suya. El ministro se hincha y explota. ¿Su ego? “Un día en el que había comido demasiado, después de toda una semana en la que también había comido demasiado”, señala el texto sin especificar el tipo de alimento.


Ya no hay tela para cortar y tiene que usar otro traje, uno común, como el que usa el resto de la gente. Su identidad se ve profundamente afectada. Y recién luego de ese proceso de cambio, puede volver a pensarse a sí mismo y a pensar qué es lo realmente importante. Como si hubiese tenido que atravesar una primera zona oscura (de no ver lo que hay y ocurre alrededor) para alcanzar la luz y poder discernir entre lo fundamental y lo meramente accesorio e innecesario. Las cosas del mundo están listas para acomodarse, y con ellas las prioridades de la agenda ministerial.   


Por último, señalo la elegancia y sofisticación de las ilustraciones de Nerina Canzi. El texto de Adela no es un texto fácil para ilustrar. Nerina le encontró la vuelta y lo reforzó. Eligió un estilo teatral que le va de maravillas al cuento. Añadió dos personajes muy simpáticos que recorren todas las escenas y acompañan al ministro en su antes y su después del traje: un gato y un ratón. Otro detalle es cómo plasmó el cambio del ministro, no solo con el traje, sino con el gesto y la nariz (noten el cambio de nariz, que siempre hace juego con el traje). Un trabajo conceptualmente impecable. 


domingo, 11 de diciembre de 2016

DÍA 10 / LIBRO 10: tejido con palabras de afecto

 
Gattari, Florencia. Historia de un pulóver azul. Buenos Aires: Edelvives, 2015.

Historia de un pulover azul es el libro del año que más me desacomodó como lectora. Una historia de vida chiquita, una vida como la de cualquier otro, de abuela y nieto, y hermanita y papás. Cada palabra está elegida, también las repeticiones y las pausas, silencios.

Un libro mínimo, aunque lo suficientemente grande como para ovillar el amor, la vida y la muerte, la espera y los lazos que crecen. Es un libro que permite el duelo, el dolor y la tristeza en los chicos, pero a su vez abriga en la calidez del tejido.
Hondo, pero lo suficientemente traslúcido como para acceder a las emociones de chicos bien chicos. Un texto escrito y tejido con ternura nada edulcorada, con sensibilidad y fluidez.

Un libro que, aunque enmarcado en la colección de pequeños lectores, conmueve y se disfruta a cualquier edad. Ganó el destacado de ALIJA 2015 a mejor cuento infantil. Las ilustraciones de Marina Zanollo acompañan con elegancia y crean más poesía. Da gusto encontrarse con libros como este.

sábado, 10 de diciembre de 2016

DÍA 9 / LIBRO 9: El ingreso del giro y el error

Schmidt, Annie y Fiep Westendorp. Lucía Manchitas: La escalera. Madrid: Lata de Sal, 2014.


Desde España a veces llegan buenas noticias. El rescate editorial de Lucía Manchitas: La escalera forma parte de ese grupo. La editorial Lata de Sal lo incluyó en su colección Vintage, integrada por libros inolvidables, libros para siempre.
Escrito e ilustrado por la famosa dupla de holandesas Annie Schmidt (1911-1995) y Fiep Westendorp (1916-2004), este clásico de la literatura infantil publicado por primera vez en los Países Bajos en 1968 recorre el mundo y atraviesa generaciones. Ni el texto ni las ilustraciones perdieron vigencia o exquisitez, y su originalidad perdura intacta en la lectura actuales, en este nuevo contexto histórico y en cualquier idioma o país.
La autora del texto, Annie Schmidt también se dedicó al teatro, a la televisión y a la radio, y fue reconocida en 1988 con el Premio Hans Christian Andersen. Fiep Westendorp, por su parte, exploró con gran éxito y un estilo único los campos de la publicidad, el diseño y la ilustración. 

Lucía es una nena inquieta e intrépida que anda siempre toda manchada, por eso la llaman Lucía Manchitas. Podemos decir que se apunta en la línea de las antiprincesas. “Solo se veía limpia recién salida del baño, y nunca aguataba así ni media hora”, nos dice el texto. Entonces, ella y su compañero perruno Pegotes –también amigo de la suciedad, como debe ser–  a cada rato son obligados a bañarse. Mucho más cuando la madre de Lucía recibe invitados en su casa…
Con este panorama, ya nos imaginamos una historia toda manchada: manchas en Lucía, en su perro, en las páginas. Manchas en la seriedad de la reunión de los adultos. Y así es. El libro se va ensuciando, se van sumando capas de pintura azul y pintura roja. La mancha roja sobre la mancha azul crea otra mancha: la violeta. Y de la pulcritud otorgada por el baño y anhelada por la madre de Lucía no va quedando nada.


(Es interesante que en la doble página de la escena previa a la caída de la pintura, en donde todavía vemos a los protagonistas limpitos, se proponga girar el libro para poder leerlo. El texto, por única vez, interpela al lector y en cursiva le indica: “Ahora gira el libro”. Al dar vuelta la página, ya nada será igual.)


Lucía recayó en la rebeldía y su madre tuvo que volver a bañarla a ella y a su perro. En ese último baño, vemos cómo la mamá y la bañera se contagian de toda esa suciedad. 
Ahora es ella la que va a tener que recibir a sus invitados en un estado manchado. El error se filtró. La inversión tuvo lugar. Y es por eso que en el final del libro confirmamos una vez más algo de lo más sabido: ¡que las apariencias engañan!    



En la página de la editorial Lata de Sal se pueden ver las primeras páginas del libro. Entren acá y giren.


viernes, 9 de diciembre de 2016

DÍA 8 / LIBROS 8: interactividad hecha libro

Jullien, Jean. This is not a book. London: Phaidon, 2016.

Tullet, Hervé. Press here. San Francisco: Chronicle Books, 2011. (En español se consigue la edición de Kókinos y también de Oceano, con el título Un libro).



¿Cómo compiten los libros con las pantallas? ¿Pueden? ¿Deben? No lo sé, pero lo cierto es que algunos autores han robado conceptos de la interactividad que se logra con la tecnología y los han llevado al papel. Estos dos en especial me parecen bien llevados adelante con sencillez e ingenio.


El primer caso es This is not a book, un silent book que dice mucho. Impreso en cartoné, de puntas redondeadas, sólido. Cada página es un escenario. Monstruo con boca abierta, cancha de tenis, computadora, heladera, teatro, sofá, piano, carpa, caja de herramientas. En principio nada los asocia, salvo la propuesta de movimiento obligatorio. Es la representación de objetos y espacios, pero también la escenografía posible para otros juegos.



Luego encontramos Press here, de Hervé Tullet, un juego de instrucciones que hay que seguir página a página. La magia sucede y lo que era un punto amarillo se transforma en uno rojo, un punto pequeño pasa a ser una multiplicación, se sacude y es una danza. Una buena muestra es el trailer.





jueves, 8 de diciembre de 2016

DÍA 7 / LIBROS 7: Dos idiomas coloridos para aprender

-Álvarez Rivera, Verónica y Estrellita Caracol. Serafina. Buenos Aires: Gerbera, 2015.
-Hillar, Ruth, Canticuénticos y Estrellita Caracol. El mamboretá. Buenos Aires: Gerbera, 2016. 

Serafina y El mamboretá son dos libros que comparten editorial, formato, ilustradora, líneas conceptuales ¡y belleza! También responden a propuestas inclusivas que confían en lo múltiple y diverso como material narrativo y que hacen visibles dos idiomas no centrales o minoritarios, como el quechua y el guaraní. Lenguas cuya sonoridad es utilizada aquí tanto con propósitos semánticos como formales, logrando dar pinceladas poéticas desde el contenido y también desde la forma.
Gerbera es una editorial bastante nueva que se viene con todo. Tiene claridad de ideas, buena calidad, una mirada abierta y dinámica de la LIJ y toma las decisiones editoriales acertadas. Apuesta y gana. En el marco de estos aciertos se inscriben la publicación del primer libro de Verónica Álvarez Rivera (quien tiene años de trayectoria como narradora y promotora de la lectura) y del primer libro de Canticuénticos, el reconocido grupo santafecino de música para chicos.




SERAFINA

Serafina aborda en una poesía larga la relación afectiva entre las familias y las trabajadoras de casas particulares, tema poco explorado en la LIJ y, sin embargo, cada vez más cotidiano. En este caso, el vínculo con una niña de la familia, que cumple la función de narrar y que considera a su cuidadora como una segunda mamá.
La protagonista, Serafina, no habla con la voz en el mismo idioma que la familia para la que trabaja. Entonces la narradora, una nena a quien Serafina cuida, nos cuenta lo que ella imagina de la infancia de Serafina. Un tamiz. Porque, a fin de cuentas, todo el libro está hecho de conjeturas, de imaginación, de posibilidades. Los ojos de Serafina parecen decirle algo a la narradora, algo de presente y también del pasado. ¿Cómo será encontrarse con el silencio del otro e interpretar la historia que nos cuentan sus ojos? ¿Qué completa ayudado por su propia imaginación el traductor que traduce el lenguaje de la mirada al lenguaje de la palabra? ¿Qué huecos llena? Podríamos decir que el libro surge del enriquecimiento de ese proceso de traducción, que surge del acto de poner en palabras una mirada y de rellenar espacios vacíos o nublados.
Lo mismo ocurre con la ilustración, que tiene la difícil misión de poner en imagen una voz, en este caso, la de la narradora. Un nuevo encuentro, una nueva mezcla. Se nota al abrir el libro que Estrellita Caracol trabajó con mucha libertad, y ese aire fresco se lo transmitió a los personajes y a la composición en general. El resultado en Serafina es pura belleza.

Ilustración en proceso
En el inicio del libro, Serafina y la narradora conversan mientras una lava, plancha y cuelga la ropa y la otra, a modo de colaboración, hace bollitos de medias. 
En las páginas siguientes, vamos a descubrir que esa conversación no se da de forma normal, porque Serafina casi no habla con palabras, aunque sí con la mirada y con los gestos. Serafina juega un poco a ser niña y a ser madre cuando “en su lengua extraña que se llama quechua” acuna a las muñecas. Y cerrando los ojos (un canal de transmisión de sentido que en el libro funciona), la narradora imagina a la Serafina niña y se arma un paralelo entre su actual niñez y la infancia de su cuidadora.
En ahí cuando en la ilustración ingresa la Serafina niña, con su cultura, su alegría, su lengua, sus colores, sus paisajes. Y las dos juegan. 



En juego también, la narradora vuelve a la realidad de la Serafina adulta, sin pisar el suelo, directo a resguardarse: “Al llegar apoyo / mi frente en tu falda / y son tus caricias / nanitas del alma”. Si escalas, por el aire se pasa del juego y la evocación al amparo del cariño de la realidad.
Recién cuando regresa de imaginar un mundo de infancia para esa segunda madre y de jugar con esa niña inventada, la narradora le propone a Serafina que le cuente con detalles cómo era su casa, cómo eran los colores y los sonidos de esa otra tierra en la que Serafina supo ser más feliz y sentirse menos sola.         
(Como un plus, la tipografía del libro está diseñada especialmente para lectores disléxicos.) 


EL MAMBORETÁ

“El mamboretá” es un chamamé que integra Nada en su lugar, el segundo disco de Canticuénticos. La idea de convertirlo en libro me parece fantástica. La letra de la canción, escrita por Ruth Hillar, está reproducida a lo largo de las páginas y acompañada por las bellísimas ilustraciones de Estrellita Caracol, quien le aporta a la poesía-canción su mirada llena de tramas, recortes, colores y complicidades. Muy plástica y de elementos contundentes, la ilustración le pone cuerpo visual a un relato escuchado una y otra vez por los chicos.
“El mamboretá” es un éxito musical. ¡Nos encanta a todos, chicos y grandes! Tiene ritmo contagioso, humor, intriga, la hermosa y un poco exótica cadencia del idioma guaraní. Es una historia divertida contada en forma de canción, hecha poesía. Las imágenes tan potentes de Estrellita Caracol no solo acompañan perfectamente el tono del texto, sino que también le añaden una referencia visual. Los integrantes de la pandilla de animales no pueden ser más hermosos. Con El mamboretá libro, ya no van a quedarnos dudas de cómo son un mamboretá, una panambí, un kururú,  un yacaré y un ñurumí. Y al ver escritos sus nombres, tampoco vamos a tener dudas sobre cómo es su ortografía.  


Ilustración en proceso

En resumidas cuentas, al igual que el mamboretá descubrió en el ñurumí un muy conveniente compañero, los Canticuénticos encontraron a una gran aliada en Estrellita Caracol. Nosotros, ¡felices!

(Quiero resaltar las fantásticas páginas de guarda realizó Estrellita para los dos libros. ¡Guau!)

Les dejo el video de la canción. ¡A bailar al ritmo de este chamamé!